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Reflexión sobre el trabajo reciente de Ana Rosa Rivera Marrero

por: Lydia Platón


-”Párate ahí, quieta...ponte este traje y haz de columna viva...”
-Tableau Vivant, video musical, teatro del absurdo, maqueta para un nuevo templo o ninguna de las anteriores?

Es todas y ninguna a la vez . Se trata de la propuesta escultórica de los trabajos más recientes de la artista puertorriqueña Ana Rosa Rivera Marrero. En la exhibición individual de Rivera en la Liga de Arte (agosto, 1998), emerge este concepto de esculturas vivas, bajo el título: A Esop A Ekirts ( en griego de Morovis, de donde proviene la artista , esto quiere decir “ Strike a Pose”, expresión idiomática en uso sobre todo desde la canción de Madonna -diva del pop-titulada “Vogue”). Rivera construye capiteles y bases en madera, ornamentadas, para estas figuras que aparecerán en un “performance” de apertura, con un vestuario que luego quedará expuesto. Jugando con la tradición del ornamento: con los frisos, cornisas, sutilezas y curvas de la antigua reflexión arquitectónica, nos plantea su preocupación por la ausencia que dejó la necesidad del hombre por el objeto funcional, la era industrial y sus reproducciones en serie. Un punto de partida es la premisa de arquitectura sobre la columna que pasó de ser decorativa (una creación artística-escultórica) a ser simple objeto para sostener estructuras; y por lo tanto, casi desapareció como parte de nuestra mirada creativa hacía los edificios creados para albergar al hombre.

Entonces como una primera propuesta, este trabajo nos quiere referir a la tradición y muy en específico, según la artista, la tradición de la arquitectura colonial puertorriqueña. Rivera, graduada de la Escuela de Artes Plásticas del Viejo San Juan, ejerce su arte en el clima que rodea la producción de arte contemporáneo sobre la memoria y su relación a la tradición. Luego de las vanguardias y las supuestas rupturas, todavía estamos perdidos en ese mundo del cuestionamiento alrededor de romper las reglas ante un público minoritario (sobretodo en Puerto Rico) que no se afecta necesariamente por el desafío del artista. Sólo queda como herramienta entonces, la ironía: terrible o a veces genial arma de algunos de nuestros artistas más prominentes. Pero Ana Rosa Rivera, creó, quiere otra cosa: quiere realmente revelar lo bello del ornamento, su función creativa en el objeto y su trascendencia como antídoto a la supuesta visión desechable (moderna) de las cosas. Esto da a luz a creaciones “bellas” : diseños, gavetas, armarios, trajes, pantalones y gigantes crisálidas de mariposas (pieza titulada: Cobito-octubre 1998). Su trabajo es mayormente en madera y materiales no-orgánicos, no-reciclabes: como el plástico, el alambre de pollo(tela metálica), el látex... Esta es la nueva memoria del hombre: la belleza que pudo crear de los materiales indestructibles que le ahorraban dinero y que servían a la produccion en masa. Es parte del ciclo de muerte y re-nacimiento: donde segun Lewis Hyde en conversacion con el video-artista contemporaneo Bill Viola, solo sobrevive el artista cuya mente, cuerpo, palabra, escultura, se exprese de manera cautivadora e inspiradora para caber dentro de las circunstancias del presente; sino lo artístico queda solamente como una repetición vacía del pasado.

Los niveles de significación en la propuesta de Rivera, en respuesta a la contemporaneidad, son varios. Si volvemos a esta idea de la memoria: o de la tradición re-articulada con nuevos materiales, la ropa, o más bien vestuario, diseñado como parte de la exhibición de la Liga de Arte nos presenta un terreno original, poco explorado en nuestra comunidad artística. Estas ropas nacen desde la misma tradición de la costura y las manualidades que influencía a Ana Rosa, seguido por una necesidad de vestir a los cuerpos que van a ofrecerle otra tri-dimensionilidad a sus esculturas y por Ultimo como la segunda piel que marca el supuesto progreso del hombre. El hombre primero se vistió para protegerse de la inclemencia de los elementos, hasta que convirtió ese acto primitivo en uno donde se unen la imaginación y la técnica “ : la imaginación para imitar a la naturaleza y la técnica de las manos que crean lo que cubre nuestra desnudez. Esta idea existe también en las esculturas que esconden los frisos y ornamentación a su interior (gavetas) y en los cuchuruchos vacíos, como en el caso de “Cobito” (pieza expuesta para la muestra de instalaciones en el Nuevo Museo de Puerto Rico), que muestra , otra vez con materiales no-reciclables (plástico y alambre), la casa de un cuerpo ausente.
La artista articula su concepto como uno que comenta sobre la ausencia, remembrada a traves de la presencia del receptáculo vacío. Aquí volvemos a la idea del ornamento y a la feminidad que lo caracteriza
( en Puerto Rico no hay aún estadísticas de la cantidad de mujeres que se dedican al découpage y a ornamentos de boda como única fuente de ingreso). Si la presencia es realmente del hombre y la ausencia propia de la fisionomía de la mujer, entonces Rivera nuevamente acierta al presentar el valor de lo que no se muestra. ) Y, entonces, por qué la experimentación con el trabajo de performance, que aparece en sus últimas dos presentaciones de trabajos escultóricos? El “performance” es una manera viva y concreta de transmitir significado: es, sin duda, un acto de “presencia”.

El teórico del teatro Patrice Pavis traduce “performance” como : teatro de las artes visuales y añade con las palabras de Jeff Nutial:

“El “performance art” está perpetuamente re-estimulado por artistas que tienen una definición híbrida de su trabajo, dejando sin verguenza que sus ideas se desprendan en la dirección del teatro de un lado y de la escultura del otro, con más atención a la vitalidad y al impacto del espectáculo que a la corrección de la definición teórica de lo que están haciendo.”

En la propuesta de Ana Rosa, este “pasar al acto” que ella tanto quiere con sus figuras vivas están sirviéndole de esbozo para su futura creación: de salir del escondite a la escena, de “salir del closet” (balaustres en el armario), de encontrar lo perdido en la gaveta (minuciosamente tallada) y de buscar la nueva casa para el cobito.

Lo que le hace falta entonces al espectador es “creer”. Creer en las posbilidades de los objetos de Ana Rosa Rivera cobrando vida, en la “belleza” de la talla en madera, yeso, cera, plástico, pintura sobre cuerpos, tela y pelo. Presiento que al ser más precisa la necesidad de extenderse más allá del objeto, la propuesta performativa también será más precisa. Quiero también creer en que la hibridez que busca Ana Rosa Rivera, también símbolo de la contemporaniedad donde produce, la llevará a explorar de manera interdisciplinaria su inclinación por el “ornamento” en el teatro, el cine o cualquiera de las artes escénicas (colaboraciones poco frecuentes en nuestra Isla) y por último, simplemente creer en el acto creativo que justifica la existencia del artista. Cierro pues, con unas palabras recicladas, que pueden lanzar esta visión más lejos en el espectro de la “creación”:

“It is necessary to take part in the risk of creativity before we know whether we’ll be able to justify our discovery”